Lidia, un nuevo capítulo
- José Luis Ortiz
- 10 ago
- 2 Min. de lectura

Lidia siempre había sido la fortaleza silenciosa de su hogar. Madre soltera, trabajó incansablemente como secretaria y asistente administrativa en varias empresas durante más de 35 años. Con el paso del tiempo, cada madrugada era testigo de su disciplina: preparar el desayuno, revisar las tareas de su hijo, dejar todo listo antes de salir a trabajar y, al volver, seguir atendiendo el hogar. No hubo quejas, solo la determinación de darle lo mejor a su único hijo.


Su esfuerzo dio fruto. Hoy, a sus 33 años, él es un profesional exitoso, independiente y feliz. Hace tres años dejó la casa materna para iniciar su propia vida en el extranjero, y aunque Lidia sentía orgullo, también descubrió el eco silencioso de un hogar sin la risa constante de su muchacho.
A los 60 años, recién jubilada, Lidia enfrentó una pregunta que nunca había tenido tiempo de formular: ¿Y ahora qué sigue para mí? Fue entonces cuando su hermano mayor, un exprofesor universitario, también en el retiro, se convirtió en su brújula para este nuevo viaje. Con paciencia, la animó a mirar hacia adentro y ocuparse de sí misma con la misma dedicación con la que siempre cuidó a los demás, especialmente a su madre y a su hijo.

Comenzó con pequeños pasos: caminar por las mañanas, leer libros que la hacían reflexionar y fortalecer su mente, aprender a respirar con calma ante los imprevistos. Su hermano le habló del estoicismo: vivir con propósito, aceptar lo que no se puede cambiar y poner la energía en lo que sí depende de uno. Poco a poco, Lidia dejó de ver la jubilación como un final y la entendió como un inicio.

Hoy, Lidia disfruta del calor del sol en sus caminatas, del aroma del café mientras lee, y de las conversaciones profundas con su hermano. Sabe que su mayor obra fue criar a un buen hombre, pero también que la historia no termina ahí: ahora está escribiendo la suya, día a día, con serenidad, gratitud y amor propio.
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